Por más que pasen los años sigo teniendo esa sensación de empezar el cole cuando llega septiembre. Aunque esté en medio de un trabajo, aunque esté por comenzar algo nuevo.
Acaba el verano y corro a la librería a olisquear todas las agendas que hay y que se acercan a mi prototipo de agenda perfecta. Aún sabiendo que acabaré con el mismo modelo de Finocam de hace ocho años, pero de diferentes colores. Sólo un pequeño cambio. Al final no arriesgo.
Me gusta escribir lo primero que tenga cerrado de trabajo, los cumpleaños que nunca olvido, citas médicas, y alguna que otra frase que me dé fuerza y positivismo para el nuevo "curso".
Me recuerda a cuando tenía que volver a Valladolid después de más de dos meses de vacaciones en Ibiza. Y mi madre nos hacía las mismas compras esenciales para comenzar el curso. Unos zapatos, unos vaqueros, un abrigo y algún jersey. Ese olor a nuevo, a otoño, a esas prendas que te iban a acompañar todo el frío invierno castellano. Porque a esas edades mis zapatos, mi abrigo, y el antojo de mis Levi´s 501 eran mis amuletos hasta la última gota de frío. Y que aguantaban bien, más que nada porque iba siempre de uniforme.
Aquel olor a libro nuevo, a tenerlo repleto y delicadamente forrado con todas las fotos de los personajes de Sensación de Vivir. Y cuando se fué esa fiebre, tan sólo con el forro transparente adhesivo que rezaba para que no se quedase ni una arruga.
Esas mochilas que nos poníamos de lado, aunque siempre nos doliese un hombro. Pero era de ser más "guay". Ponerse las dos asas era como llevar un cartel de "empollón". Y yo no estaba en esa categoría ni de lejos.
"Nunca consideres el estudio como una obligación,
sino como una oportunidad para penetrar en el bello
y maravilloso mundo del saber."
Sigo rozando las prendas de lana en cuanto las ponen en Agosto, esperando que llegue un día gris y pueda tener excusa para comprarlas. Poder tapar el cuerpo castigado por el sol.
El verano me encanta. Preo el cambio de estación, sobre todo de verano a otoño me tiene enamorada. Esas primeras noches de cerveza en el barrio donde te tapas con tu cazadora vaquera, sabiendo que quedan pocos de días de fresquito. Pero que te encoges de hombros como si te calentases más con el gesto.
Así es el final del verano. Días sin preocupación. Charlas eternas, puestas de sol y mojitos sin parar. Como si se nos fuese la vida en ello. Conocer gente, esos amigos que se quedan con la etiqueta de los del verano del 94, y otros que te acompañan toda la vida.
Los años pasan, y aunque en esta época esté trabajando, la agenda me la compro para poder apuntar mil proyectos que rondan en cada comienzo. Donde tantas cosas queremos hacer. Y que no falte mi babi de colegio. Para este año mi adquisición es una camisa Vintage con aire de colegiala. ¿Por qué no?
¿¿Probamos volver al cole??
Yo por sentarme en un pupitre, oler a tiza, y que se me encoja el estómago cuando dicen mi nombre…Lo voy a probar. Pero sólo por hoy….
Con Amor de eterna alumna,
Diana.
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